Compartimos la nota de fundación Avina y su proyecto InContext (Inteligencia contextual para el desarrollo sostenible, sobre las calidad de las democracias en América Latina.
A pesar de que en los últimos treinta años la democracia se mantuvo como la forma de gobierno imperante, América Latina no ha logrado consolidar una institucionalidad que garantice el bienestar y la propia vida de los latinoamericanos.
El filósofo colombiano Bernardo Toro, resalta que “queremos un estado y unas instituciones públicas que nos reflejen, que se parezcan a lo que nosotros somos. Ese es el grito que va desde la dignidad campesina en los campos de Colombia hasta las plazas y las calles del Cairo, Estambul, Río de Janeiro, New York, Buenos Aires y Santiago de Chile”.
Toro señala que no es posible ser ciudadano sin Estado, pero tampoco es posible un Estado democrático sin ciudadanos. Aquí entendemos por ciudadano a aquel que, en cooperación con otros, es capaz de crear, cuidar o transformar el orden social en el que vive y protegerlo para preservar la dignidad de todos. Ser ciudadano es tener la capacidad de hacer real el ordenamiento y la arquitectura política del estado social de derecho, es decir, un estado que actúa para hacer efectivos los derechos humanos para todos.
Sin embargo, en varios países de Latinoamérica el Estado democrático y sus instituciones son capturados por intereses que las alejan de su objetivo de garantizar el bien común, llevándolos a responder a intereses corporativos, o incluso a ser cooptados desde la corrupción y el delito organizado. Entonces, ese Estado que debe velar por el cumplimiento a pleno de los derechos humanos, termina permitiendo que sean violados, inclusive desde las propias instituciones públicas. Continue reading